martes, 9 de agosto de 2011

Cesar León Vargas



ANKARA
Esas mujeres en mí se buscaban
como si a mi se me hubieran perdido
Pablo Neruda

Aquella, la sin nombre,
la con dueño y con hijos reclamantes
esclava de esas bocas voraces como orquídeas
llegaba a mí con sus pechos de niña,
una clave en el timbre,
ni una sola palabra de ternura.
Quebró contra mi sexo
su llanto de señora,
se desintegró en venéreas transgresiones
y licuó entre sus muslos la venganza
la ausencia de aventura.
Yo fui su riesgo máximo,
qué grave hubiera sido
decirle que la amaba.

ARGELIA
Ella dirá que estuve allí,
con la misma tristeza que hoy la nombro,
que habité por un tiempo
la irregular relumbre de su piel,
que bebí todos sus líquidos posibles
y que miré impotente llorar su desamparo,
porque yo no tenía Dios ni Padre
ninguna verdad de lucha entre las manos,
sólo la certeza de la duda de vivir
sólo un ramo de espinas para su lastimada sangre;
y sin embargo,
no dejará de decir que estuve allí,
con la misma tristeza que hoy la nombro
mientras desde mi ventana
miro la ciudad
y aún no amanece…

EN FEBRERO

A Veces creo que el tiempo no ha pasado
nadie viene a decirme que ya es hora
que es febrero, atardece,
y la parra perfuma lo que queda del día
y una gata bosteza lo que sobra de noche
y una novia de negro viene a pedir mi mano
la línea de mi vida
un cabello de suerte
una piedra con agua
un turbio pasaporte que delate mi dedo
que vocifere no,
que no voy,
que no viajo.
No me importa la hora que ahora sea en el mundo
atardece en febrero
en la línea de mi vida
y una gata bosteza
y una novia me pide
y la parra perfuma
y una piedra con agua se me apoya en la mano
me pide pasaporte para la voz del viaje
pero yo sólo tengo cataratas,
caídas para siempre, piso,
y piso del piso donde pisó mi perro,
sonrisas a la nada
en esta tarde de febrero
en que una gata bosteza en la línea de mi vida,
en la palma de mi muerte.

IV

Yo también busco una palabra,
una sola, necesito un lugar donde pararme
porque estiré la mano y no había nadie
y cuando abrí los ojos
me admiré en la maravilla del crepúsculo
pero era sólo sangre cubriéndome los ojos
filtrando la paz del día
en la que sólo acontecían mi dolor y mis golpes,
y la sombra de un ángel con sus alas de bronce
y la sombra de un árbol con su pájaro muerto
en la puerta del nido
y las sombras de cruces en sus múltiples piedras,
y las flores, las flores,
pudriéndome las manos,
y esta boca con sed de tu saliva,
y este abrazo buscándote,
soñándote, pensándote, deseándote
por pasillos de sombra y de silencio
donde tendrá que nacer una palabra, una sola,
que me permita nombrarte
pararme sobre el mundo
y escribir el poema
que me salve.


Cesar León Vargas (Canals, Córdoba 1954) poeta y narrador oral. Ha publicado: Raíz y Palabra antología de la Poesía Social Argentina (1987), Poesía actual de Córdoba, los años ochenta (1990), Los Cuatro Sellos (1991 y 1993), Los Poetas de acá, antología poética del diario Pagina 12 (1993), El Caldero de los Cuenteros (1994,1995, 1996 y 1997), Ellas (1995, ilustrado por Alfredo Echevarrieta), Córdoba Negra (1997, cuentos), Ciclo de los Poetas (1997), Córdoba Poética siglo XXI, tomo 2 (1999), Poetas de Córdoba para el Mercosur (colección de plaquetas bilingües castellano-portugués, 2002), Entresilences, nueve poetas argentinos (Francia, 2004, edición bilingüe castellano-francés), y El Libro de la Alegría (2005).
Poemas y biografía extraída del libro “del epitafio a la alegría”, antología personal de Cesar León Vargas, de la colección De Puño y Letra (2007)

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